Existen
muchas clases de poder; los que se utilizan y los que no se utilizan, los
reconocidos o los que apenas se reconocen. Lo erótico es un recurso que reside
en el interior de todas nosotras, asentado en un plano profundamente femenino y
espiritual, y firmemente enraizado en el poder de nuestros sentimientos
inexpresados y aún por reconocer. Para perpetuarse, toda opresión debe
corromper o distorsionar las fuentes de poder inherentes a la cultura de los
oprimidos de las que puede surgir energía para el cambio. En el caso de las
mujeres, esto se ha traducido en la supresión de lo erótico como fuente de
poder e información en nuestras vidas.
En la sociedad occidental, se nos ha enseñado a desconfiar de este recurso, envilecido, falseado y devaluado. Por un lado, se han fomentado los aspectos superficiales de lo erótico como signo de la inferioridad femenina; y, por otro, se ha inducido a las mujeres a sufrir y a sentirse despreciables y sospechosas en virtud de la existencia de lo erótico.
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